DÉCADA DE 1930
Justo al regresar de Europa en 1935, Caro emprendió su exitosa práctica profesional con el proyecto de la Panadería Quico de la Ciudad Colonial, donde demostró su pericia en el manejo de las nuevas corrientes de vanguardia. La obra tiene una clara relación con el Art Déco protorracionalista. De igual manera se refleja en el delicado edificio Fernández de la calle El Conde, en sus proyectos residenciales neohispánicos, en la lectura clasicista del Ayuntamiento de La Romana y en su incursión en la propuesta urbana para el crecimiento de Santo Domingo donde se percibe una referencia novecentista.
El repertorio de obras de Caro refleja la versatilidad de respuestas adecuadas a las necesidades de los clientes. En el ámbito residencial, sus proyectos de la década de los años treinta se enmarcaron en los lineamientos del estilo neocolonial o neohispánico, una respuesta a la elite dominante que seguía los preceptos ligados a la búsqueda de las raíces hispánicas de una joven nación. En los últimos años del siglo XIX, los Estados Unidos de América habían iniciado la búsqueda de un repertorio de arquitectura nacional cuyas raíces se remontan a las primeras fundaciones españolas en territorio norteamericano. En la Florida y en California se habían aplicado códigos arquitectónicos identitarios de influencia española, fundamentados en las primeras poblaciones erigidas por los españoles en estos territorios. Este repertorio se extendió por todo el continente americano como un código de la alta burguesía dominante.
Sus proyectos de viviendas utilizan elementos formales y espaciales de códigos ibéricos de interpretación liberal, más acordes con las misiones religiosas españolas de Baja California que con los modelos locales construidos durante la colonia. La utilización de un repertorio ornamental de influencia española se ve reflejada en el uso de logias abiertas con arcadas, blasones y escudos heráldicos inventados, fuertes texturas en los revoques, y tejas curvas de barro en los techos. En Santo Domingo, las residencias con esta tendencia se encuentran dispersas en los nuevos ensanches del oeste de la ciudad, el hoy tan conocido sector de Gazcue. Patios de influencia morisca, con fuentes de mosaicos bordeados con zócalos de cerámica, formulan los referentes estilísticos de la élite dominante local. Las residencias Ricart, Benzo, Caro Álvarez, Trujillo Brea y Cott muestran el amplio repertorio predominante de la cartera de proyectos del taller de Caro Álvarez.
ESBOZAR LA MODERNIDAD
Hacia los últimos años de la década de 1930, el repertorio utilizado por Caro en los proyectos de los territorios consolidados de la ciudad intramuros y los barrios aledaños sufrió una transformación. Ya sea por la influencia de sus socios puntuales Leo Pou Ricart y Guido D’Alessandro, o por la estricta y volumétrica trama urbana de la ciudad, la arquitectura de Caro se transformó con una racionalidad y simpleza admirables. Los volúmenes puristas y el manejo de planos y proporciones crean una arquitectura protorracionalista que antecede a la propuesta del edificio Copello de Guillermo González en 1939. El Edificio Paliza, La Paloma o el Lucas Guerra en Santa Bárbara presentan una faceta distinta de un arquitecto rico en soluciones a la vanguardia de su época que demuestra su «versatilidad estilística». A inicio de la década siguiente aparecerán el edificio Meléndez (desaparecido), la residencia Frank Félix Miranda entre otras obras que siguen esta misma línea.